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sábado, 18 de abril de 2009

Un Pueblo que Sufre y Trabaja

La provincia de San José de Ocoa tiene una tierra fértil que es de gran importancia para la producción del país. Hombres y mujeres ocoeños trabajan estas tierras cada día para llevar el sustento a cientos de familias y a la vez ayudan al progreso de República Dominicana. Muchos de los agricultores a diario tienen una dura jornada e invierten mucho tiempo y dinero en sus cosechas. A la hora que las cosechas estan listas para vender, solo les queda el agotamiento y la deuda por pagar, ya que los productos, al estar siendo reemplazados por productos importados, se venden muy por debajo del costo de producción.
Da pena el arduo esfuerzo del campesino, quien día tras día se levanta antes que el sol para ser tostado por éste mientras maneja el machete, retorna a su casa después que el sol se aleja para comer un pedazo de pan duro, lo cual no le importa hacer, porque mira con optimismo el día en que su esfuerzo será premiado con una frondosa cosecha.
Sería humano si el Gobierno Dominicano pusiera un ojo sobre esos hombres de duros hombros y de blando corazón y le brindara su apoyo, porque el campesino no puede vivir si la tierra no produce, la tierra no produce si el campesino no trabaja y no se alimenta el pueblo sin los productos del campo.
Mucha gente dice que Ocoa no tiene fuentes de empleo, pero en esas tierras que siembra el campesino, tienen que usar mano de obra haitiana porque muchos dominicanos piensan que es un trabajo deshonroso y mal paga. Primero le regalamos el trabajo de la construcción y ahora le estamos dando el trabajo del campo a los haitianos, que cada día llegan más y más a nuestras tierras.
El campesino emigra a la ciudad y busca otra fuente de empleo porque muchas veces se cansan de que las cosechas se pierdan o cuando está lista no tiene a quien venderla y si encuentran es a bajo precio, que al final sólo le da para pagar el préstamo a los bancos si es que alcanza. Pocas veces son ayudados por los gobiernos y cuando son ayudados, benefician a los agricultores que pertenecen al oficialismo.
Don Pedro Mir dice: “Hay un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte. ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido. Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije sencillamente triste y oprimido. No es eso solamente. Faltan hombres para tanta tierra. Es decir, faltan hombres que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones”.
En Ocoa cada vez que una tormenta toca suelo dominicano, es de las provincias más afectada y sus carreteras y caminos vecinales son convertidos en ríos y arroyos, muchas veces incomunicados en la mayoría de los campos donde se trabaja la agricultura. Ocoa no se deja caer, porque es un pueblo que sufre, pero que trabaja y un pueblo que rinde culto a Dios.
Si los gobiernos quieren ayudar al campesino, ellos pueden, porque extravagantes sumas de dinero se invierten en otros asuntos que en nada conciernen al hombre pobre del país, el cual también tiene derecho a la vida. Concluyo con esta frase de Benjamín Franklin: “El hambre espía en las casas de los pobres, pero si la habitan personas trabajadoras, no se atreve a entrar”.

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